lunes, 30 de marzo de 2009

Gracias, Karol

Como si hubiera sido ayer recuerdo con emoción aquella noche de mayo del 2003 en la base aérea de Cuatro Vientos. Miles de jóvenes habían pasado el día en ella bajo un sol de justicia. Aquello era una fiesta. Sin embargo, ¿quién iba a decir que aquella juventud no se había reunido para aclamar a una estrella del rock o a un líder político de moda? No. Aquella multitud había acudido hasta allí para escuchar a aquel anciano polaco de 83 años que iba a hablar de Dios, a aquel que había llevado a la Iglesia hasta el siglo XXI, a aquel que era conocido entre sus amigos de Wadowice como Lolek y por el resto hasta 1978 como Karol Wojtyla: a Su Santidad el Papa Juan Pablo II, Romano Pontífice y Sucesor de San Pedro.
El drama de la cultura actual es la falta de interioridad, la ausencia de contemplación. Sin interioridad la cultura carece de entrañas, es como un cuerpo que no ha encontrado todavía su alma. ¿De qué es capaz la humanidad sin interioridad? Lamentablemente, conocemos muy bien la respuesta. Cuando falta el espíritu contemplativo no se defiende la vida y se degenera todo lo humano. Sin interioridad el hombre moderno pone en peligro su misma integridad.
Lo sabía por experiencia: había sufrido en sus propias carnes y en su amada Polonia los dos totalitarismos del siglo XX. La pomposa vaciedad nazi y el desalmado materialismo comunista. Quizá vendrían a su memoria mientras decía aquellas palabras su temprana afición por la poesía y el ajedrez, los ensayos secretos como actor de teatro durante la II Guerra Mundial, la destrucción de la cultura polaca -eminentemente cristiana- o la muerte como mártires de tantos amigos suyos. Lo que no sabía entonces es que medio siglo después él mismo sería considerado como un gran poeta, un inigualable actor imitando a Jesucristo, el iniciador de la cultura mundial de la vida y de la paz, y un mártir de los que mueren en vida con su servicio al prójimo.
Os doy mi testimonio: yo fui ordenado sacerdote cuando tenía 26 años. Desde entonces han pasado 56. Entonces, ¿cuántos años tiene el Papa? ¡Casi 83! ¡Un joven de 83 años! Al volver la mirada atrás y recordar estos años de mi vida, os puedo asegurar que vale la pena dedicarse a la causa de Cristo y, por amor a Él, consagrarse al servicio del hombre. ¡Merece la pena dar la vida por el Evangelio y por los hermanos!
Bueno, guapo, artista, inteligente, deportista, amigo de sus amigos: Karol lo tenía todo para triunfar en la vida. Y, sin embargo, en un momento en el que ser sacerdote suponía esconderse y pasar desapercibido a los ojos del mundo si no querías morir, Lolek decidió ingresar en el seminario clandestino de Cracovia. Entregó a Dios su juventud; por eso la conservó hasta la muerte. Y pasó todo menos desapercibido: a la vuelta de cincuenta años sería nada menos que Pastor de la Iglesia universal.
¿Cuántas horas tenemos hasta la medianoche? Tres horas. Apenas tres horas hasta la medianoche y después viene la mañana.
Pero antes, en agosto de 1958, Wujek –como también era conocido en aquella época- tras volver de una excursión en kayak con unos amigos y hacer auto-stop a un camión que transportaba leche, acudió a una cita con el cardenal Wyszynski en la que se le comunicaba que el papa Pío XII le nombraba obispo. Le apenó pensar que ya no podría disfrutar de esas excursiones a la nieve, al río, a la montaña, que tanto le gustaban. Y nada más lejos de la realidad: en él veríamos por vez primera a un Papa con zapatillas de deporte paseando por los Apeninos, o escapándose de incógnito del Vaticano para ir a esquiar.
Responded a la violencia ciega y al odio inhumano con el poder fascinante del amor. Venced la enemistad con la fuerza del perdón. Testimoniad con vuestra vida que las ideas no se imponen, sino que se proponen. ¡Nunca os dejéis desalentar por el mal!
Y en respuesta a la anulación comunista de la libertad religiosa el cardenal Wojtyla levantó piedras, pero no para tirarlas, sino para edificar la iglesia del Arca en Nowa Huta. Y en respuesta al disparo de Ali Agca, un abrazo en la soledad de la cárcel. Más tarde, Juan Pablo II sí que tiraría piedras… las del muro de Berlín, gracias a su oración y a sus valientes palabras. Después de una vida tan ajetreada ya no le quedaba sino decir: “Dejadme ir a la Casa del Padre”. El 2 de abril hará cuatro años que Juan Pablo II acudió a ella. Gracias, Karol. Te echamos de menos.
PAT

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