La mujer de 67 años que dio a luz dos niños en el año 2006 gracias a tratamientos fertilizantes, falleció tras un rápido cáncer el pasado sábado.
Hace unos años una familia conocida falleció a causa de un accidente de coche. Entonces, contemplé horrorizado cómo la prensa se cebaba con el difunto padre, pues conducía a más velocidad de la permitida. Sólo me consoló una argumentación: si lo criticaban no era porque fuera una mala persona, sino porque de su error podían aprender otras personas. Pues bien, dicen por ahí que Dios perdona y olvida, que el hombre perdona pero no olvida y que la naturaleza ni perdona ni olvida. Y así, la naturaleza ni le olvidó ni le perdonó a esta mujer la imprudencia cometida. Los hijos no son un capricho. Y ahora tenemos dos huérfanos de dos años. Dura lex, sed lex. Aprendamos la lección para no repetirla.
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